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domingo, 28 de abril de 2013

Madrid de Gigantes y Cabezudos

Dedicamos este espacio a una de las brillantes ponencias de Don Javier Pérez-Castilla Álvarez en el CURSO METODOLOGÍA DE LAS TIC COMO RECURSO DIDÁCTICO 2013. La andadura de este grupo de profesores, compañeros y, sin embargo, amigos en este 14 de abril comienza en el Teatro de La Latina para dirigirnos al Museo de los Orígenes (también llamado el Museo de San Isidro) que se ha intentado reconstruir conservando la fisonomía del patio renacentista. En el siglo XVI fue Casa de los Lujanes, en el siglo XVII pasó a ser sede de Nuncio Vaticano y a finales del XVII lo adquiere el Conde de Paredes. Se conservan los elementos originales: el pozo de San Isidro, reconstruido en parte, la capilla de San Isidro que la mandó hacer el Conde de Paredes y el patio renacentista con su magnífico magnolio. Amenazaba ruina pero en 1989 se recuperó con muy buen criterio. El Museo de la Ciudad tenía muchos fondos a los que se añaden contenidos del instituto de historia madrileña. Se aprovecha este espacio y se crea el Museo de los Orígenes: desde la Prehistoria hasta 1561. Llama la atención el Plano de Teixeira.


La muralla defensiva y la cerca tienen función fiscal y municipal de seguridad, por las noches se cerraban las puertas. El problema es que las cercas constriñen las ciudades, eso ha influido en la fisonomía de Madrid. Las cercas tenían puertas, la Puerta de Alcalá se cerraba.

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PATIO RENACENTISTA

POZO DE SAN ISIDRO

Continúa nuestra visita por la zona del rastro donde nuestro maestro nos sigue comentando los orígenes y las enseñanzas de dos textos muy interesantes sobre el rastro: El rastro de Gómez de la Serna y Escenas y costumbres de Gutiérrez Solana (uno de los escritores más importantes de Madrid y de la literatura española de principios de siglo, Cela siempre reconoció su deuda con él).
Seguimos hacia la corrala, aquí podréis ver un artículo sobre La Corrala, Museo de Artes y Tradiciones Populares en el que está situada la exposición de Gigantes y Cabezudos. La corrala se encuentra en la Calle Arniches, número 3 y 5.


El grupo de profesores entrando en la Corrala
Nos cuenta Javier la historia de la corrala que podéis consultar en el artículo anterior, como curiosidad conocemos que las viviendas eran de alquiler renta antigua y que Gutiérrez Solana describe la corrala como conjunto de microcasas con sus animales. Dentro de la corrala nos dirigimos al Museo, a la exposición de Gigantes y Cabezudos que se utilizaban en las fiestas de Madrid. Los vamos viendo: Maragatos de Zamora, encamisado, lacayo... todos estereotipados como los personajes de La Comedia del Arte italiana. Javier nos va presentando lo que él denomina la Capilla Sixtina de lo grotesco. Los Gigantes y Cabezudos eran muy conocidos en la tradición popular de Madrid y tenían sus nombres propios: Quevedo (una de Quevedo era el equivalente actual de una de Jaimito), Don Carnal, Doña Cuaresma... Se nos cuenta lo duro que era soportar esto a las personas que están dentro de los gigantes "como monos sin dejarles descanso, al son del tamborilero y, a través del agujero en el pecho del gigante para respirar, sale la cabeza roja con el pelo mojado por el sudor, los niños trepan, los cabezudos tienen más ventajas porque soban a las mujeres...".
Demonio de Castellón a la izquierda






DON CARNAL






SOR PATROCINIO





LA CALDERONA
EL DIABLO COJUELO
DOÑA CUARESMA
QUEVEDO
MARIBÁRBOLA
ENANO
DANZANTE
MAQUETA DE LA TARASCA DEL CORPUS DE MADRID
La tarasca, mezcla de profano y religioso, documentado desde el XVI, bichos en carrozas de la procesión sagrada del Corpus para simbolizar los pecados de la colectividad. Dentro del plan teatral iconográfico de la procesión sagrada con gran relación con los autos sacramentales. Los pecados encarnados en figuras. Presión popular de la vida dura laboral de la agricultura, esto relaja y purifica a modo de catarsis. 

Termina nuestro encuentro con la TERTULIA, introducida y moderada por Javier con el tema Madrid territorio de acogida. 
Parece que esta es la forma de ser del madrileño: abierto, síntesis de todas las provincias y el extranjero. Madrid rompeolas de todas las Españas. Emblema de tolerancia en interculturalidad hoy. Muestras y testimonios madrileños a lo largo de la historia de la literatura:

La novela picaresca (protoliteratura costumbrista), en Diablo Cojuelo, el teatro (comedias de capa y espada, Lope en La noche de San Juan, gran expresión de relaciones prohibidas). En el siglo XVIII con el afrancesamiento el tipismo queda arruinado, internacionalismo cosmopolita versus madrileñismo, Moratín contra Ramón de la Cruz, el chulapo: reacción popular. Madrileñismo y casticismo se configura en el siglo XIX al calor del nacionalismo romántico, hay gran interés por las lenguas nacionales, costumbres y flolclore individual.
En la segunda mitad del siglo XIX el Romanticismo conservador de Mesonero Romanos, más heredero del Romanticismo alemán, se diferencia del Romanticismo progresista de Larra. Los costumbristas del siglo XX son Valle-Inclán y Cela. Se produce una inmigración masiva, en los años sesenta y setenta, al asimilarse al ambiente las costumbres se diluyen. Actualmente, según algunos tertulianos, no se habla de las tradiciones de Madrid, la autonomía ha diluido el madrileñismo, ahora se habla de los del foro y los de fuera. Ya no se habla de las tradiciones, según ellos, hay pocos que sienten anhelo de pueblo.

A los niños de Madrid se les llenaba el botijo de agua del santo, se bebía (mala como el demonio) y les llevaban a ver el pozo de San Isidro. Otros tertulianos defienden que los niños del centro mantienen estas tradiciones y que a ello contribuye la escuela. Se juega al clavo, a presas en las aceras, se hacen comidas típicas como las rosquillas del santo, se visten de chulapos, bailan el chotis...

Javier comenta el origen de la palabra rastro y el libro de Gómez de la Serna, así como otras referencias literarias al mismo como la de Mesonero Romanos: "el resto de los museos están fosilizados pero el rastro es un museo vivo, por eso al rastro hay que ir solo". Gómez de la Serna es el gran amante del rastro y el personificador de lo que en él adquiría, como sus Cristos que se sacrifican y dialogan, "los libros son pensamientos descompuestos en el rastro". Última referencia literaria: "La tertulia del café Pombo".

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